Germán, a 22 años de su partida

german abdalaAstuto para pensar los problemas y resolverlos. De ideas claras, alegre, pintón, buen tipo. Sobre todo coherente. Si bien la muerte idealiza lo mejor de una persona, la eternidad a la que pasó Germán Abdala en una bandera flameada prueba la franqueza de los testimonios de sus compañeros. Hoy, se cumplen 22 años de la muerte del Turco. Tenía 38 años

Hace dos años, la Asociación Trabajadores del Estado presentó un compendio de entrevistas, discursos y fotos denominado Germán aún nos guía. En el prólogo, el Secretario General Julio Fuentes escribe: “Soy uno de los miles que puede decir ‘milité con Germán Abdala’. Porque esa afirmación implica orgullo y el anhelo de que nos haya servido para ser un poco mejores personas, mejores militantes, y que nos haya contagiado algo de esa increíble fuerza que irradiaba. A los que los conocimos y militamos a su lado, nos dejó una responsabilidad tremenda y un gran compromiso: transmitir su sentir, sus pensamientos, sus sueños. La convicción de que la única manera de hacerlo es en el contacto directo con los compañeros y compañeras en el cara a cara”.

Abdala llegó a Buenos Aires desde Santa Teresita, aquel rincón de la costa del mar Atlántico. Casi adolescente, comenzó a militar territorialmente en la agrupación Amado Olmos junto con referentes de la CGT de los Argentinos, hasta que conoció a Víctor De Gennaro en el ‘73 y entró a trabajar en la Secretaría de Minería. Con la llegada de la dictadura, emprendieron el sueño de recuperar la conducción del sindicato en manos del colaboracionismo del régimen, y lo lograron en 1984 con la legendaria lista ANUSATE.  

Con 28 años Germán se convirtió en Secretario General de la seccional Capital Federal: llegó a reunir 20 mil afiliados, colmar plenarios y movilizar miles de trabajadores en la calle. Entendió que la lucha gremial debe estar asociada a la lucha política, y por ello acompañó a Antonio Cafiero en el espacio renovador del peronismo. “No para volverlo coqueto, ponerle maquillaje, hacerlo más presentable. Para nosotros hay que volver al debate ideológico del peronismo para que sea revolucionario, para que sea consecuente con sus banderas”, explicaba.

Mientras ejercía la diputación nacional, su despacho continuó siendo el del sindicato, desde donde redactó la denominada Ley Abdala que estableció el Convenio Colectivo para los estatales, que alcanza el 70% de la actividad laboral del sector. Sus encendidos discursos resonaban casi en soledad contra la privatización de Altos Hornos Zapla, Aerolíneas Argentinas y ENTel, y a favor del pase a planta permanente de los trabajadores del Estado, el endurecimiento de las penas en los procesos de corrupción y la nacionalización de los ferrocarriles.

“En estas épocas en las que todos los días se agita la muerte de las ideologías, estas cosas que todos los días, los que nos dominan, recetan como verdades absolutas, diciendo que ya los problemas no son más entre explotados y explotadores, pobres y ricos, hoy aquí en Villa María hemos instalado el grito donde las ideas no han muerto, nuestra memoria no está pisoteada y nuestro presente es de transformación”, cerraba Germán en 1990 el Congreso de los 8 diputados justicialistas que rompieron con Carlos Menem. Entre esos elementos, también, denunciaba el indulto a los militares de la dictadura y autocriticaba no haber podido conducir la oposición al menemismo desde las entrañas del movimiento peronista.

Alrededor de 1986 un dolor de espalda lo alertó sobre los primeros síntomas de cáncer. Viajó a los Estados Unidos para curarse, un remedio más duro que la enfermedad: “Me acuerdo de un domingo a la tarde en el pueblo donde está el hospital, Rochester. Había casi cuatro metros de nieve, hacía cuarenta grados bajo cero, miraba por la ventana y me ponía a llorar y decía que quería ir a ver a Boca, pensaba quiero irme a mi país, no puedo más estar acá”, recordaba años después.

Una de sus últimas actividades militantes fue asistir en noviembre de 1992 en sillas de ruedas al Congreso de los Trabajadores de la Argentina. Estaban presentes 2700 delegados en Parque Sarmiento, discutiendo y resolviendo los pasos para fundar una nueva central obrera en país. Allí, ante la mezcla de miradas felices, de disposición al combate y asimismo de congoja por el estado de salud de Germán, se despidió: “A mí el cáncer no me va a matar, a mí lo que me mataría es que nosotros no sepamos crear una opción para el pueblo argentino donde seamos protagonistas para la transformación necesaria de la sociedad que soñamos”. 

Prensa ATE

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